La vida es sueño

Pedro Calderón de la BarcaLa vida es sueño es la obra de teatro más famosa de Pedro Calderón de la Barca, el único autor que le hizo competencia al gran Lope de Vega en el teatro.

Aunque Lope de Vega rompe las ideas aristotélicas, aún ve el mundo en blanco y negro. Cómo Calderón vive y escribe más tarde que Lope,  veremos que escribe una obra que tiene tintes de lo que es la realidad moderna, una en la cual no sólo hay blancos y negros, sino que también hay grises.

Esta obra, Calderón trata el tema de si realmente estamos despiertos o soñando y ¿si estamos soñandom cuándo realmente nos despertamos?

Texto leído

Aquzei está el texto leído. No es exactamente lo que leímos, pero como está en YouTube es fácil saltarse las partes que sobran y buscar las que hay que leer.

La vida es sueño,  Calderón de la Barca

Jornada I, Escena II

Rosaura, acompañada de Clarín, va vestida de hombre. 
Se encuentran ella y su criado Clarín (el gracioso
de la obra) perdidos en un bosque que cubre un 
monte. 
Ella va a la corte de Polonia para reclamarle
a Astolfo, el Duke de Moscovia, que se haya
enamoró de ella y que haya roto su compromiso 
con ella. 

Al ver algo que parece ser una casa-cueva poco
alumbrada se dirigen hacia ella para pedir que 
les dejen dormir allí en vez de dormir en el 
peligroso bosque. 

Al acercarse, oyen cadenas y la voz de Segismundo
que está dentro.

SEGISMUNDO: ¡Ay, mísero de mí, y ay infelice!
 
ROSAURA:    ¡Qué triste voz escucho!
            Con nuevas penas y tormentos lucho.
 
CLARÍN:     Yo con nuevos temores.
  
ROSAURA:    Clarín...
  
CLARÍN:     ¿Señora...?
  
ROSAURA:    Huyamos los rigores
            desta encantada torre.
 
CLARÍN:     Yo aún no tengo
            ánimo de huír, cuando a eso vengo.
 
ROSAURA:    ¿No es breve luz aquella
            caduca exhalación, pálida estrella,
            que en trémulos desmayos
            pulsando ardores y latiendo rayos,
            hace más tenebrosa
            la obscura habitación con luz dudosa?
            Sí, pues a sus reflejos
            puedo determinar, aunque de lejos,
            una prisión obscura;
            que es de un vivo cadáver sepultura;
            y porque más me asombre,
            en el traje de fiera yace un hombr
            de prisiones cargado
            y sólo de la luz acompañado.
            Pues huír no podemos,
            desde aquí sus desdichas escuchemos.
            Sepamos lo que dice.
 
Descúbrese SEGISMUNDO con una cadena y vestido
de pieles
 
SEGISMUNDO: ¡Ay mísero de mí, y ay infelice!
            Apurar, cielos, pretendo,
            ya que me tratáis así,
            qué delito cometí
            contra vosotros naciendo.
            Aunque si nací, ya entiendo
            qué delito he cometido;
            bastante causa ha tenido
            vuestra justicia y rigor,
            pues el delito mayor
            del hombre es haber nacido...
 
            Nace el ave, y con las galas
            que le dan belleza suma,
            apenas es flor de pluma,
            o ramillete con alas,
            cuando las etéreas salas
            corta con velocidad,
            negándose a la piedad
            del nido que dejan en calma;
            ¿y teniendo yo más alma,
            tengo menos libertad?
 
            Nace el pez, que no respira,
            aborto de ovas y lamas,
            y apenas bajel de escamas
            sobre las ondas se mira,
            cuando a todas partes gira,
            midiendo la inmensidad
            de tanta capacidad
            como le da el centro frío;
            ¿y yo, con más albedrío, tengo  
            menos libertad?
 
            Nace el arroyo, culebra
            que entre flores se desata,
            y apenas sierpe de plata,
            entre las flores se quiebra,
            cuando músico celebra
            de las flores la piedad
            que le dan la majestad
            del campo abierto a su huída;
            ¿y teniendo yo más vida, tengo
            menos libertad?
 
ROSAURA:    Temor y piedad en mí
            sus razones han causado.
 
SEGISMUNDO: ¿Quién mis voces ha escuchado? 
            ¿Es Clotaldo?
 
            (aparte a su ama)
CLARÍN:                 Di que sí.
 
ROSAURA:    No es sino un triste, ¡ay de         
                mí!, 
            que en estas bóvedas frías 
            oyó tus melancolías.
 
SEGISMUNDO: Pues la muerte te daré 
            porque no sepas que sé 
            (Ásela)
            que sabes flaquezas mías.
  
CLARÍN:     Yo soy sordo, y no he podido 
            escucharte.
 
ROSAURA:    Si has nacido 
            humano, baste el postrarme 
            a tus pies para librarme. 
 
SEGISMUNDO: Tu voz pudo enternecerme,
            tu presencia suspenderme,
            y tu respeto turbarme.
            ¿Quién eres? Que aunque yo aquí
            tan poco del mundo sé,
            que cuna y sepulcro fue
            esta torre para mí;
            y aunque desde que nací
            --si esto es nacer-- sólo
                advierto
            eres rústico desierto
            donde miserable vivo,
            siendo un esqueleto vivo,
            siendo un animado muert0.
 
            Y aunque nunca vi ni hablé
            sino a un hombre solamente
            que aquí mis desdichas siente,
            por quien las noticias sé
            del cielo y tierra; y aunque
            aquí, por que más te asombres
            y monstruo humano me nombres,
            este asombros y quimeras,
            soy un hombre de las fieras
            y una fiera de los hombres...
 
            Con cada vez que te veo
            nueva admiración me das,
            y cuando te miro más,
            aun más mirarte deseo.
            Ojos hidrópicos creo
            que mis ojos deben ser;
            pues cuando es muerte el beber,
            beben más, y de esta suerte,
            viendo que el ver me da muerte,
            estoy muriendo por ver.
 
            Pero véate yo y muera;
            que no sé, rendido ya,
            si el verte muerte me da,
            el no verte ¿qué me diera?
            Fuera más que muerte fiera,
            ira, rabia y dolor fuerte;
            fuera muerte; desta suerte
            su rigor he ponderado,
            pues dar vida a una desdichado
            es dar a un dichoso muerte.
 
ROSAURA:    Con asombro de mirarte,
            con admiración de oírte,
            ni sé qué pueda decirte,
            ni qué pueda preguntarte;
            sólo diré que a esta parte
            hoy el cielo me ha guiado
            para haberme consolado,
            si consuelo puede ser
            del que es desdichado ver
            a otro que es más desdichado.
 
            Cuentan de un sabio que un día
            tan pobre y mísero estaba,
            que sólo se sustentaba
            de unas yerbas que comía.
            ¿Habrá otro --entre sí decía--
            más pobre y triste que yo?
            Y cuando el rostro volvió,
            halló la respuesta, viendo
            que iba otro sabio cogiendo
            las hojas que él arrojó.

            Quejoso de la fortuna
            yo en este mundo vivía,
            y cuando entre mí decía:
            <<¿Habrá otra persona alguna
            de suerte tan importuna?,>>
            piadoso me has respondido;
            pues volviendo en mi sentido,
            hallo que las penas mías,
            para hacerlas tú alegrías
            las hubieras recogido.
            Y por si acaso mis penas
            pueden en algo aliviarte en parte
            óyelas atento, y toma
            las que de ellas me sobraren.

Escena VI  
  
BASILIO:    En este mísero, en este
            mortal planeta o signo,
            nació Segismundo dando
            de su condición indicios,
            pues dio la muerte a su madre,...
            Yo, acudiendo a mis estudios,
            en ellos y en todo miro
            que Segismundo sería
            el hombre más atrevido,
            el príncipe más crüel
            y el monarca más impío,
            por quien su reino vendría
            a ser parcial y diviso,
            escuela de las traiciones
            y academia de los vicios;
            y él, de su furor llevado,
            entre asombros y delitos,
            había de poner en mí
            las plantas, y yo rendido
            a sus pies me había de ver
            (¡con qué vergüenza lo digo!),
            siendo alfombra de sus plantas
            las canas del rostro mío...
            Pues dando crédito yo
            a los hados, que adivinos
            me pronosticaban daños
            en fatales vaticinios,
            determiné de encerrar
            la fiera que había nacido,...
            Publicóse que el Infante
            nació muerto; y, prevenido,
            hice labrar una torre
            entre las peñas y riscos
            desos montes, donde apenas
            la luz ha hallado camino,...
            Allí Segismundo vive
            mísero, pobre y cautivo,
            adonde solo Clotaldo
            le ha hablado, tratado y visto.
            Éste le ha enseñado ciencias;
            éste en la ley le ha instrüido
            católica, siendo solo
            de sus miserias testigo.   

El rey Basilio decide poner a prueba a su hijo
Segismundo y manda que lo traigan al palacio

SEGISMUNDO: ¡Válgame el cielo, qué veo!
            ¡Válgame el cielo, qué miro!
            Con poco espanto lo admiro,
            con mucha duda lo creo.

            ¿Yo en palacios suntuosos?
            ¿Yo entre telas y brocados?
            ¿Yo cercado de criados
            tan lucidos y briosos?...

            Decir que sueño es engaño;
            bien sé que despierto estoy.
            ¿Yo Segismundo no soy?
            Dadme, cielos, desengaño.

            Decidme: ¿qué pudo ser
            esto que a mi fantasía
            sucedió mientras dormía,
            que aquí me he llegado a ver?

            Pero sea lo que fuere,
            ¿quién me mete en discurrir?
            Dejarme quiero servir,
            y venga lo que viniere...

CLOTALDO:   Con la grande confusión
            que el nuevo estado te da,
            mil dudas padecerá
            el discurso y la razón.
            Pero ya librarte quiero
            de todas, si puede ser,
            porque has, señor, de saber
            que eres príncipe heredero
            de Polonia. Si has estado
            retirado y escondido,
            por obedecer ha sido
            a la inclemencia del hado,
            que mil tragedias consiente
            a este imperio, cuando en él
            el soberano laurel
            corone tu augusta frente.

            Mas fiando a tu atención
            que vencerás las estrellas,
            porque es posible vencellas
            a un magnánimo varón,

            a palacio te han traído
            de la torre en que vivías,
            mientras al sueño tenías
            el espíritu rendido.

            Tu padre, el Rey mi señor,
            vendrá a verte, y dél sabrás,
            Segismundo, lo demás.

SEGISMUNDO: Pues vil, infame y traidor,
            ¿qué tengo más que saber,
            después de saber quién soy,
            para mostrar desde hoy
            mi soberbia y mi poder?

            ¿Cómo a tu patria le has hecho
            tal traición, que me ocultaste
            a mí, pues que me negaste,
            contra razón y derecho,
            este estado?

CLOTALDO:  ¡Ay de mí triste! 

SEGISMUNDO Traidor fuiste con la ley,
           lisonjero con el Rey,
           y crüel conmigo fuiste;

            y así el Rey, la ley y yo,
            entre desdichas tan fieras,
            te condenan a que mueras
            a mis manos.

CRIADO 2º:  Señor... 

SEGISMUNDO  No
            me estorbe nadie, que es vana
            diligencia; y ¡vive Dios!
            si os ponéis delante vos,
            que os eche por la ventana.

CRIADO 1º:  Huye, Clotaldo. 

CLOTALDO:   ¡Ay de ti,
            que soberbia vas mostrando,
            sin saber que estás soñando!

(Vase) 

Escena XVIII

Por su mala conducta el rey manda que devuelvan
a Segismundo a la montaña donde estaba. Como al
principio, está vestido todo de pieles y está
encadenado, acostado en el suelo.

El rey Basilio y Clotaldo lo escuchan a escondidas.

BASILIO:    Llega a despertarle, ya
            que fuerza y vigor perdió
            con el opio que bebió. 
CLOTALDO:   Inquieto, señor, está
            y hablando. 
BASILIO:               ¿Qué soñará
            agora? Escuchemos pues... 
SEGISMUNDO: (En sueños) 
            ¡Válgame Dios,
            qué de cosas he soñado!

CLOTALDO: (Aparte.)
            A mí me toca llegar
            a hacer la deshecha ahora.
            ¿Es ya de despertar hora?

SEGISMUNDO: Sí, hora es ya de despertar.

CLOTALDO:   ¿Todo el día te has de estar
            durmiendo? ¿Desde que yo
            al águila que voló
            con tarda vista seguí,
            y te quedaste tú aquí,
            nunca has despertado?

SEGISMUNDO: No,
            ni aun agora he despertado;
            que según, Clotaldo, entiendo,
            todavía estoy durmiendo,
            y no estoy muy engañado.
            Porque si ha sido soñado
            lo que vi palpable y cierto,
            lo que veo será incierto;
            y no es mucho que rendido,
            pues veo estando dormido
            que sueñe estando despierto.

CLOTALDO:   Lo que soñaste me di.

SEGISMUNDO: Supuesto que sueño fue,
            no diré lo que soñé;
            lo que vi, Clotaldo, sí.
            Yo desperté, y yo me vi
            (¡qué crueldad tan lisonjera!)
            en un lecho que pudiera,
            con matices y colores,
            ser el catre de las flores
            que tejió la primavera.

            Aquí mil nobles rendidos
            a mis pies nombre me dieron
            de su príncipe, y sirvieron
            galas, joyas y vestidos.
            La calma de mis sentidos
            tú trocaste en alegría,
            diciendo la dicha mía;
            que, aunque estoy desta manera,
            príncipe en Polonia era.

CLOTALDO:   Buenas albricias tendría.

SEGISMUNDO: No muy buenas; por traidor,
            con pecho atrevido y fuerte,
            dos veces te daba muerte.

CLOTALDO:   ¿Para mí tanto rigor?

SEGISMUNDO: De todos era señor,
            y de todos me vengaba.
            Sólo a una mujer amaba
            que fue verdad, creo yo,
            en que todo se acabó,
            y esto solo no se acaba.
            Vase el REY.

CLOTALDO:   (Aparte)
            Enternecido se ha ido
            el Rey de haberle escuchado.)

CLOTALDO:   Como habíamos hablado
            de aquella águila, dormido,
            tu sueño imperios han sido;
            mas en sueños fuera bien
            entonces honrar a quien
            te crió en tantos empeños
            Segismundo; que aun en sueños
            no se pierde el hacer bien.

            (Vase)

SEGISMUNDO: Es verdad; pues reprimamos
            esta fiera condición,
            esta furia, esta ambición
            por si alguna vez soñamos.
            Y sí haremos, pues estamos
            en mundo tan singular,
            que el vivir sólo es soñar;
            y la experiencia me enseña
            que el hombre que vive sueña
            lo que es hasta despertar.

            Sueña el rey que es rey, y vive
            con este engaño mandando,
            disponiendo y gobernando;
            y este aplauso que recibe
            prestado, en el viento escribe,
            y en cenizas le convierte
            la muerte (¡desdicha fuerte!);
            ¡que hay quien intente reinar,
            viendo que ha de despertar
            en el sueño de la muerte!

            Sueña el rico en su riqueza
            que más cuidados le ofrece;
            sueña el pobre que padece
            su miseria y su pobreza;
            sueña el que a medrar empieza,
            sueña el que afana y pretende,
            sueña el que agravia y ofende;
            y en el mundo, en conclusión,
            todos sueñan lo que son,
            aunque ninguno lo entiende.

            Yo sueño que estoy aquí
            destas prisiones cargado,
            y soñé que en otro estado
            más lisonjero me vi.
            ¿Qué es la vida? Un frenesí.
            ¿Qué es la vida? Una ilusión,
            una sombra, una ficción,
            y el mayor bien es pequeño;
            que toda la vida es sueño,
            y los sueños, sueños son.

JORNADA III, Escena III 

La misma decoración del principio en la montaña. 
Llegan unos soldados a la torre.

SOLDADO 1º  Gran príncipe Segismundo
            (que las señas que traemos
            tuyas son, aunque por fe
            te aclamamos señor nuestro),
            tu padre, el gran rey Basilio,
            temeroso que los cielos
            cumplan un hado, que dice
            que ha de verse a tus pies
                 puesto,
            vencido de ti, pretende
            quitarte acción y derecho
            y dársela a Astolfo, duque
            de Moscovia. Para esto
            juntó su corte, y el vulgo,
            penetrando ya y sabiendo
            que tiene rey natural,
            no quiere que un extranjero
            venga a mandarle. Y así,
            haciendo noble desprecio
            de la inclemencia del hado,
            te ha buscado donde preso
            vives, para que, valido
            de tus armas y saliendo
            desta torre a restaurar
            tu imperial corona y cetro,
            se la quites a un tirano.
            Sal, pues; que en ese desierto
            ejército numeroso
            de bandidos y plebeyos
            te aclama. La libertad
            te espera; oye sus acentos.

TODOS:      ¡Viva Segismundo, viva!

SEGISMUNDO: (Dentro)
            ¿Otra vez (¿qué es esto, cielos?)
            queréis que sueñe grandezas
            que ha de deshacer el tiempo?
            ¿Otra vez queréis que vea
            entre sombras y bosquejos
            la majestad y la pompa
            desvanecida del viento?
            ¿Otra vez queréis que toque
            el desengaño, o el riesgo
            a que el humano poder
            nace humilde y vive atento?
            Pues no ha de ser, no ha de
                 ser.
            Miradme otra vez sujeto
            a mi fortuna. Y pues sé
            que toda esta vida es sueño,
            idos, sombras, que fingís
            hoy a mis sentidos muertos
            cuerpo y voz, siendo verdad
            que ni tenéis voz ni cuerpo;
            que no quiero majestades
            fingidas, pompas no quiero.
            Fantásticas ilusiones
            que al soplo menos ligero
            del aura han de deshacerse
            bien como el florido almendro,
            que por madrugar sus flores,
            sin aviso y sin consejo,
            al primer soplo se apagan,
            marchitando y desluciendo
            de sus rosados capillos
            belleza, luz y ornamento, 150
            ya os conozco, ya os conozco,
            y sé que os pasa lo mesmo
            con cualquiera que se duerme.
            Para mí no hay fingimientos;
            que, desengañado ya,
            sé bien que la vida es sueño.

SOLDADO 2º: Si piensas que te engañamos,
            vuelve a ese monte soberbio
            los ojos, para que veas
            la gente que aguarda en ellos
            para obedecerte.

SEGISMUNDO:             Ya
            otra vez vi aquesto mesmo
            tan clara y distintamente
            como agora lo estoy viendo,
            y fue sueño.

SOLDADO 1º: Cosas grandes
            siempre, gran señor, trujeron
            anuncios; y esto sería,
            si lo soñaste primero.

SEGISMUNDO: Dices bien, anuncio fue;
            y caso que fuese cierto,
            pues que la vida es tan corta,
            soñemos, alma, soñemos
            otra vez; pero ha de ser
            con atención y consejo
            de que hemos de despertar
            deste gusto al mejor tiempo;
            que llevándolo sabido,
            será el desengaño menos;
            que es hacer burla del daño
            adelantarle el consejo.
            Y con esta prevención
            de que, cuando fuese cierto,
            es todo el poder prestado
            y ha de volverse a su dueño,
            atrevámonos a todo.
            Vasallos, yo os agradezco
            la lealtad; en mí lleváis
            quien os libre, osado y 
                diestro,
            de extranjera esclavitud.
            Tocad al arma, que presto
            veréis mi inmenso valor.
            Contra mi padre pretendo
            tomar armas y sacar
            verdaderos a los cielos;
            presto he de verle a mis 
                 plantas.

            (Aparte)
            Mas si antes desto despierto
            ¿no será bien no decirlo
            supuesto que no he de hacerlo?

TODOS:      ¡Viva Segismundo, viva!

            (Sale CLOTALDO)
CLOTALDO:   ¿Qué alboroto es éste, cielos?

SEGISMUNDO: Clotaldo.

CLOTALDO:   Señor...
            (Aparte)
            En mí
            su crueldad prueba.

CLARÍN:     (Aparte)
            Yo apuesto
            que le despeña del monte. 

(Vase.)

CLOTALDO:   A tus reales plantas llego,
            ya sé que a morir.

SEGISMUNDO:             Levanta,
            levanta, padre, del suelo,
            que tú has de ser norte y guía
            de quien fíe mis aciertos;
            que ya sé que mi crianza
            a tu mucha lealtad debo.
            Dame los brazos.

CLOTALDO:               ¿Qué dices?

SEGISMUNDO: Que estoy soñado, y que quiero
            obrar bien, pues no se pierde
            obrar bien, aun entre sueños.

CLOTALDO:   Pues, señor, si el obrar bien
            es ya tu blasón, es cierto
            que no te ofenda el que yo
            hoy solicite lo mesmo.
            A tu padre has de hacer guerra.
            Yo aconsejarte no puedo
            contra mi Rey, ni valerte.
            A tus plantas estoy puesto;
            dame la muerte.

SEGISMUNDO: ¡Villano,
            traidor, ingrato!
            (Aparte)

            Mas ¡cielos!
            reportarme me conviene,
            que aún no sé si estoy
                 despierto.
            Clotaldo, vuestro valor
            os envidio y agradezco.
            Idos a servir al Rey,
            que en el campo nos veremos.
            Vosotros, tocad el arma.

CLOTALDO:   Mil veces tus plantas beso.
            (Vase)

SEGISMUNDO: A reinar, fortuna, vamos;
            no me despiertes, si duermo,
            y si es verdad, no me duermas.
            Mas, sea verdad o sueño,
            obrar bien es lo que importa.
            Si fuere verdad, por serlo;
            si no, por ganar amigos
            para cuando despertemos.

            (Vanse, y tocan el arma)

Versos para memorizar

La vida es sueño
Jornada II, versos 2158-2187
Pedro Calderón de la Barca

[Audio 1Audio 2 (mejor leído, creo yo)]
Con los enlaces a los MP3s arreglados (4/7/10)

Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas lo convierte
la muerte (¡desdicha fuerte!),
¿que hay quien intente reinar
viendo que ha de dispertar
en el sueño de la muerte?

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza,
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño,
que toda la vida es sueño
y los sueños, sueños son.

La vida es sueño en video

Ideas modernas sobre la realidad

What is Reality, video

Quantum Field Theory: Reality is not What You Think, video

The Evolutionary Argument Against Reality, articulo

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